Quiero conseguir Autocontrol

Todo individuo que vive en sociedad vive con alguna restricción, ha adoptado alguna norma o ha ejercido un cierto control o disciplina. Hablar de libertad está muy bien, pero en este mundo de tantas influencias tan impresionable e impositor, la libertad solo puede ser relativa. Una total libertad es, simplemente, imposible.

Un poeta Sanscrito dice: “Una mujer nunca es libre. Cuando ella es virgen, el padre la protege; durante su juventud ella depende de su marido, y en su edad avanzada de su hijo.” Lo que se ha dicho de la mujer más arriba es completamente cierto. Pero no solo la mujer, incluso el hombre tampoco es libre. No hay criatura en el mundo de los vivos que sea independiente. Hay muchas cosas que nos influencian en nuestro mundo; la influencia del entorno, la influencia de las circunstancias, la influencia del sistema solar, la influencia de otras criaturas vivas, la influencia del lenguaje… Vivimos en un mundo lleno de influencias de todo tipo; una libertad completa no se puede contemplar; no podemos estar sin algo de disciplina y control. Sin embargo, hemos de saber distinguir entre la disciplina y el control. Estamos controlados por influencias externas, y también por influencias internas. El control impuesto desde fuera se llama control o control exterior (una disciplina impuesta). El proceso del dhyana, y del kayotsarga (abandono del cuerpo con consciencia en sí mismo), es un proceso de autodisciplina. Si el dhyana y el kayotsarga fallan a la hora de desarrollar la autodisciplina, entonces no son mejores que las drogas. Uno se toma una pastilla y se siente intoxicado, se siente como si se expandiese. Una vez se pasa la intoxicación uno se siente igual que se sentía antes. Si solo fuese el caso de intoxicarse, un tratamiento puntual, no habría ningún valor que atribuir al dhyana o hayotsarga.

Insisto en que el dhyana y el kayotsarga no son tratamientos puntuales, sino permanentes. El tiempo se divide en tres: el pasado, el presente y el futuro. El pasado ejerce una gran influencia sobre nosotros. Por mucho que podamos pensar y hablar de libertad, no existe persona alguna que sea completamente libre de la influencia del pasado. Experiencias anteriores que se acumulan, deseos e impulsos obstruyen e impiden al hombre a cada paso. Atado a la silla del pasado el hombre intenta correr. El hombre que no está atado puede correr, por supuesto, pero que un hombre atado a una silla tendría que intentar correr suena extraño. Un poeta sanscrito dice:

El grillete de la esperanza es extraño;

Para aquellos que están atados a él corren,

Y para aquellos liberados de ellos se sientan ociosos,

Como un lisiado.

Un hombre atado a su pasado deambula mucho. El pasado ejerce una influencia tremenda en nuestras mentes. El psicólogo divide la mente en tres partes: el inconsciente, el subconsciente, la consciencia. Cual sea el evento que tenga lugar en la consciencia, sean cuales sean los trabajos realizados por el hombre con la mente consciente, no son realmente impulsados por la mente consciente sino que son en su mayoría respuestas condicionadas. Este condicionamiento es el resultado de las influencias externas, al igual que las internas. Cuando esas sensaciones acumuladas durante tanto tiempo, esas reacciones y sentimientos vengativos del inconsciente afloran, la mente consciente se activa y empieza a actuar acorde con esas sensaciones y sentimientos. La mente consciente es un mero actor, un jugador; el director que lo hace jugar está profundamente arraigado dentro de ella. Si el agente fundamental está igual, ¿cómo podría haber ningún cambio en el jugador? Hoy, la entidad consciente tiene un papel, y mañana tiene otro; y otro totalmente distinto pasado mañana. Hoy interpreta el enfado, mañana el orgullo, y representa la avaricia al día siguiente. A veces interpreta cariño, en otros momentos miedo, o lujuria. Estas interpretaciones continúan para siempre. ¿Acabará alguna vez? Siempre y cuanto los impulsos acumulados en nuestra mente escondida y sutilmente inconsciente no sean destruidos, siempre y cuando el inconsciente no esté libre de ellos, no podrá haber fin a este drama. La función del dhyana no está diseñada para destruir el presente; más bien su función es destruir la fuente original de la interpretación.

Una vez vi una señal en un jardín que decía “Prohibido cortar las flores”. Un chiquillo se metió en el jardín y comenzó a coger las plantas enteras. El jardinero que lo vio le dijo: -¡Pero qué haces! ¿No has visto lo que pone en el cartel? -A lo que el niño respondió-: ¡Sí, sí! ¡Sí que lo he leído! Por eso estoy haciendo lo que estoy haciendo. Ahí pone “Prohibido cortar las flores”, con lo que no podía cortarlas, pero no dice nada en el cartel sobre cogiendo la mata entera. La estoy sacando de raíz, no estoy cortando flores.

Siempre y cuando sigamos cortando flores, o sigamos cortando hojas aquí y allí, uno no verá un fin a esto. Regar las flores o las plantas no ayuda, al igual que no ayuda cortar las flores o las horas. Es la raíz la que ha de ser regada, y es la raíz la que ha de ser eliminada. Los tratamientos superficiales, el remedio esporádico y momentáneo no pueden ser efectivos. La técnica del dhyana evolucionó debido a la realización de que el hombre no puede continuar con los tratamientos puntuales por mucho tiempo. La cadena de acciones infructíferas ha de romperse. Escuchas una verdad y te gusta. La mente se impresiona por un momento, pero al día siguiente nos encontramos igual que antes, en el mismo punto. De hecho, esas impresiones se desvanecen en unas dos horas. Se desvanecen porque son tratamientos puntuales, un mero remedio verbal, similar a una pastilla de láudano.

Pero el dhyana es un proceso para llegar al centro más profundo, es un proceso diseñado para agitar y purificar el insconsciente, para desenraizar las capas de impresiones acumuladas, la suciedad y los prejuicios, y para conseguir una limpieza completa. Tampoco es un lavado de cerebro. El lavado de cerebro es un ejercicio intelectual. Este no puede ir más allá de la superficie. Aquí estamos hablando de una limpieza completa del sistema glandular que es desde donde se originan los impulsos del comportamiento y la conducta del hombre. El dhyana no se puede ver como un ejercicio intelectual, o algo que esté en contacto con el mundo exterior o una tarea superficial. Es un movimiento que toca lo más recóndito del núcleo de un ser. Por eso mismo es por lo que a veces somos testigos en un dadhak de un terrible despertar de furia, de un deseo terrible y de perversiones repugnantes. Pero no es para sorprenderse, el sadhak a veces hace presas del pánico. “He venido aquí a practicar dhyana; y en su lugar me siento profanado”, uno se puede decir a sí mismo. Pero no ha de cundir el pánico: las pasiones no se despiertan tan fácilmente. Estas sacudidas tan poderosas solo tienen lugar en la gente que profundiza mucho en ellos mismos. Cuando esta gente entra en las profundidades del dhayana y la limpieza interior empieza, es normal encontrar esas pasiones arraigadas desde hace mucho tiempo que muestran una furiosa revuelta contra sus desprendimientos; estas pasiones luchan por su propia supervivencia, creando un auténtico infierno, y a veces se arma tal alboroto que el hombre se queda bastante desconcertado. Es en este punto en el que se necesita la guía de un gurú. El gurú le dirá: -No te asustes por esto, es un buen presagio, es una indicación favorable de que se está haciendo una limpieza a fondo en lo más profundo de la consciencia.- Hemos de tener presente esta realidad.

Imagínate una montaña de basura. Según empiezas a limpiar y cuánto más profundo cavamos más fuerte olerá eso. Si queremos llevar a cabo una limpieza profunda, tendremos que aguantar el mal olor. La suciedad acumulada dentro tendrá que salir. Si esa suciedad no se limpia, la contaminación de dentro continuaría, y el hombre estaría enfermo de por vida. Sacar la enfermedad de raíz es como se comienza a recuperar la salud. El proceso de arrancar de raíz conlleva un gran esfuerzo. El dhyana no es algo que actúe desde fuera; actúa desde dentro; es un proceso de cambio interior. Por lo tanto no se le puede llamar estupefaciente o tratamiento puntual. De hecho es un tratamiento prolongado, actuando desde el mismo corazón de la enfermedad, desde la raíz. Como las impresiones mentales se desvanecen gradualmente, la actuación se reduce bastante. La actividad de la mente está completamente basada en las impresiones mentales acumuladas. Cuando las impresiones arraigadas se ensanchan, toda esa actuación acaba.

A veces surge en la mente del sadhak una duda involuntaria: ¿estoy realmente cualificado para hacer dhyana? Si el caldero está sucio, los alimentos cocinados en ese recipiente, ¿seguirán siendo nutritivos? ¿No se estropeará por la suciedad del caldero? ¿Qué hemos de hacer? Todo parece bastante plausible. El recipiente sucio hará que la comida esté “sucia”. Pero sin embargo, posponer una acción por miedo a que las cosas no estén limpias no es la solución.

El dhyana es un poder que convierte lo sucio en limpio. El ejemplo del caldero sucio que hacía que la comida se contaminase se aplica solo a las cosas que no tienen la capacidad de cambiar lo sucio por lo limpio. Los alimentos no tienen la capacidad de cambiar lo sucio del caldero a limpio, o de que no les afecte la suciedad. Pero el dhyana sí que tiene ese poder, es puro en sí y esparce pureza a su alrededor. Toda la suciedad desaparece.

Sea cual fuera en lo que el dhyana penetre, se purifica. Incluso las manos más sucias se vuelven limpias con el agua; y no hay otra forma de purificarlas. El agua nunca rehúye de lavar manos sucias. Nunca se dice a sí misma “estas manos me van a ensuciar.” Si el agua pudiese pensar así, no habría manera de eliminar la suciedad; nosotros no tendremos maneras en ninguno de los casos de eliminar la suciedad. Pero el agua abraza la suciedad y esta desaparece. El agua nunca duda de su propia eficacia para eliminar la suciedad. El dhyana es esa corriente de agua pura que elimina toda suciedad donde quiera que se pose. La pureza se impregna por todas partes (pureza de consciencia, de cuerpo, del habla y de la respiración), todo se purifica. Así que, no tengamos miedo. De hecho, ninguna mano está sucia. Según la visión del dhyana, nada está sucio. Todo es sagrado, solo hemos de tener fe en que el dhyana es capaz de eliminar la suciedad. Esta se puede limpiar mediante la práctica del dhyana. Solo hemos de tener esta fe en tres dimensiones:

1. El dhyana puede eliminar la suciedad perfectamente.

2. La suciedad se puede limpiar, y esta habilidad se puede desarrollar.

3. La eliminación de la suciedad y el desarrollo de la habilidad para eliminarla son posibles con la práctica.

Estos son los tres principios. Si tenemos una fe total en ellos, la autodisciplina no es algo imposible. La autodisciplina se manifiesta cuando las impresiones mentales acumuladas en el interior se arrancan de raíz. Somos totalmente capaces de exterminar estas impresiones. Además, también está presente dentro de nosotros la capacidad de desarrollar la autodisciplina. Se puede conseguir mediante la práctica. Para la práctica, tendremos que encontrar el modo correcto, encontrar las instrucciones adecuadas. Estas indicaciones son: autocontrol y ascetismo. Existe un tipo de restricción impuesta desde el exterior: el control mediante el castigo, mediante el miedo a ser atado o asesinado. Una opción es ser apaleado y la otra es que le quiten la vida; a parte de estas dos, la disciplina del castigo no puede presumir de tener otro poder. Amarrar a un hombre, golpearle o ¡incluso matarle! Siempre que exista este miedo a ser atrapado o incluso a que lo maten, no hay cabida a la autodisciplina. El hombre que es auto disciplinado se libera del miedo de ser maniatado o matado, él se convierte totalmente libre.

El emperador Alejandro Magno le dijo a Digambar Muni: -Ven y quédate en mi reino. -A lo que le contestó-: ¡No lo haré! -Alejandro Magno se levantó estupefacto; ni siquiera los reyes más poderosos de la época se atrevían a contradecirle, un simple gesto suyo les hacía temblar, ¡y aquí estaba un monje desamparado que se negaba a obedecer! Alejandro se sintió avergonzado, y se le quedó mirando fijamente. Al final le dijo: -¡Oh querido ermitaño! ¿Acaso no sabes quién soy? Soy Alejandro Magno. Quizás no estés familiarizado con las consecuencias que tiene desobedecerme. ¿Es así? -El monje le contestó-: Sí que las conozco, pero prefiero experimentarlo en primera persona. -El emperador le contestó-: ¿Ves esta espada? Serás herido de muerte por esta espada, esa sería la consecuencia. -El monje le contestó-: ¿A quién estás amenazando de muerte? Hace tiempo que perdí el miedo a la muerte. La muerte ya no me puede matar:

-“La muerte no me puede matar

Porque yo ya la he matado a ella.”- Continúa el monje.

-¡Me estás amenazando en vano! La pobre muerte me tiene miedo a mí. -Y el monje seguía-: ¡Ja, ja, ja! ¡Quieres asustarme con la muerte y esta es la que se asusta de mí! Tú no me puedes hacer ningún daño.

Tras escuchar esto Alejandro Magno dejó caer su espada y dijo: -La muerte era mi último recurso. ¿Qué se puede hacer con un hombre que no tiene miedo a la muerte? ¿Cómo puede uno asustar a alguien que no tiene miedo?

Vivimos en un mundo extraño. Aquí solo se asustan los miedosos. No hay fuerza en la tierra que pueda asustar a los que no tienen miedo. Todo el mundo intenta intimidar al cobarde; es al asustadizo a quien incluso la policía maltrata. Los miedosos se asustan por todo y tienen miedo de todo el mundo. Incluso las ratas asustan a los miedosos. ¡Si oyen un pequeño crack ya no pueden dormir! Es bastante ridículo y extraño. Todo el mundo se aprovecha de los miedosos y los asustadizos. No hay fuerza en a tierra que pueda asustar a uno que ya no se asusta, que es completamente libre de miedo. Así que el emperador se levantó perplejo y por fin le dijo: -Bueno señor, ¡le deseo buena suerte! ¡Adiós!

El hombre que no tiene miedo a ser encarcelado o a que lo ejecuten nunca aceptará ninguna disciplina externa. La gente se queja de que hay demasiado control (se promulga una ley tras otra constantemente). No parece que haya fin. Las cosas han llegado hasta tal punto que el hombre ni siquiera es capaz de conocer todas las leyes. Naturalmente que si se viola una ley uno está obligado a presentarse ante los tribunales, y esa persona podría decir: -No sabía que estaba transgrediendo una ley” -Pero el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento. Los legisladores continúan promulgando nuevas leyes y las autoridades continúan arrestando a gente por desconocerlas. ¿Por qué continúa esta farsa? Simplemente por miedo.

Un hombre quebranta la ley sin darse cuenta. Este luego tiene miedo de que le pillen. Es el miedo lo que le hace una víctima indefensa. Cuando el león ruge en la selva, el ciervo y otras criaturas se aterrorizan, se quedan inmóviles, totalmente paralizados. Si continúan corriendo, ¿cómo podría el león darles alcance? Pero están tan aterrorizados que el león no tiene que esforzarse mucho. Parece que las criaturas de la jungla van hacia él para ser devoradas, casi por su propia voluntad. El miedo que impregna toda la sociedad hace que el problema de la disciplina sea cada vez más complicado. Solo hay una solución, desarrollar la autodisciplina. Hagamos que la disciplina despierte en nosotros, lo que significa una ausencia completa de miedo a ser encarcelado o ejecutado. Tenemos dos impulsos distintos que funcionan desde dentro: la restricción y la penitencia. Cuando estos impulsos están activos, el autocontrol se manifiesta: el control del cuerpo, el control de la respiración, el control de la vida, el control de la lengua, el control de la mente. Estas cinco disciplinas juntas constituyen la autodisciplina. Estos son los cinco pilares, sin los cuales, el hombre no puede aspirar a controlarse a sí mismo.

El hombre que aspira al autocontrol, el primer paso es conseguir control sobre el cuerpo. Este se consigue mediante las restricciones y el ascetismo. Uno ha de alcanzar la perfección del cuerpo, un control completo sobre el organismo. Controlar las manos y controlar los pies son dos aspectos del control sobre el cuerpo. El pie se alza solo en la dirección a la que queremos dirigirnos, no va a avanzar en dirección contraria. De igual modo, la mano se elevará solo en la dirección que nosotros determinemos, no de otra manera.

La disciplina de la mano, del pie, de la manera en la que no sentamos, de la manera en la que estamos de pie… Es difícil mantenerse de pie, e igual de difícil que mantenerse entado. No es fácil, más bien es bastante irritante. Al practicar el dhyana uno ha de estar sentado quieto durante una hora, o al menos durante tres cuartos de hora. Unas veces se duerme una mano, otras se entumece el pie. De cuando en cuando el cuerpo entero se anquilosa. Uno experimenta una gran dificultad, uno no puede sentarse totalmente quieto durante mucho tiempo. Uno se inquieta por cambiar de postura, ahora mueve un pie aquí, luego el otro, y entre cambio y cambio de postura el aura que nos rodea sufre un cambio. Es bastante complicado ejercitar control sobre el cuerpo. El hombre que ejerce un control sobre el cuerpo puede sentarse o estar de pie en la misma postura durante tres hora seguidas, puede quedarse en una postura durante tres días, tres meses e incluso tres años.

El ídolo Bahubali de Karnataka es uno de los ídolos más grandes del mundo (más de 17 metros de alto). Se ha esculpido en una colina, ¡un monumento extraordinario! Pudimos asistir al milésimo aniversario de su inauguración. ¡Bahubali está en la postura de kayotsarga! ¿Cuánto tiempo ha estado el gran Bahubali así? En la forma de un ídolo, durante más de mil años. Pero incluso en vida, Bahubali se mantuvo de pie haciendo meditación durante un año. Se hizo ermitaño y se quedó en la postura de kayotsarga durante un año; se quedó de pie todo el rato, durante día, meses, durante un año entero, sin un movimiento. ¡Qué difícil es tener control sobre el cuerpo! La mente se estremece de pensarlo. Si uno ha de quedarse de pie durante una hora uno se acaba quejando de que un pie se ha entumecido, de que se ha quedado como un poste. Toda la sangre se baja a los pies y se quedan tan tiesos que se quedan completamente privados de toda fuerza de movimiento. Pero la capacidad del hombre no tiene límite, va más allá de nuestra imaginación. Simplemente nosotros no somos capaces de percibir totalmente lo que el hombre puede hacer. La capacidad de nuestro cerebro es ilimitada; el 90 por ciento de esta capacidad permanece inutilizada. ¿Y quién es capaz de usar ese 10 por ciento al completo? La mayoría de la gente usa una capacidad del 2 al 5 por ciento. Si alguien es capaz de usar un 7 por ciento de su capacidad se le puede clasificar de entre esas personas buenas y afortunadas de este mundo, y aquel que puede utilizar el 10 por cien son ya fantásticos, unos eminentes. Así pues, el 90 por ciento de las energías del hombre permanecen dormidas. Solo si podemos despertar estas energías, si hacemos que estas se manifiesten, si podemos, de alguna manera, abrir la reserva que tenemos en el interior, podemos esperar cumplir con nuestro cometido. Solo entonces podremos conseguir la autodisciplina. No hay otra manera para despertar estas energías o para conseguir esa autodisciplina excepto mediante el dhyana. El Dhyana es la única manera de hacer que esa gran fuente desconocida se haga disponible, la única llave que abriría la puerta a la eternidad.

Es difícil ejercer control sobre el cuerpo; pero conseguir control sobre la respiración es incluso más difícil. Si yo pidiese a los asistentes aquí presentes que aguanten la respiración durante cinco minutos, que dejen sus narices totalmente cerradas durante ese período de tiempo, me temo que no habrá nadie en la habitación que lo hiciese; todos se marcharían diciendo: -¿Por qué he de malgastar mi tiempo escuchando estas cosas imposibles?

Una vez hubo un programa de música clásica. Se invitó a mucha gente, la sala estaba completamente llena al máximo de su capacidad. El concierto comenzó. A fin de cuentas no era ver una película. El cantante comenzó despacio, recitando las primeras notas. Los preliminares duraron entre media hora y tres cuartos de hora. La gente se empezó a aburrir y comenzó a marcharse, uno detrás de otro. Todos abandonaron la sala excepto uno. Durante tres cuartos de hora, el músico estuvo tan embelesado en lo que cantaba que no se dio cuenta de nada. Cuando abrió los ojos, vio que toda su audiencia consistía en un hombre. Así pues le dijo: -Bueno, la música clásica no es del gusto de todo el mundo. Aunque todo el mundo se haya ido, estoy contento de que al menos uno pueda apreciar la buena música. -El oyente le contestó-: Señor, soy un completo ignorante en lo que a música respecta. Solo estoy esperando a que acabe el programa para poder llevarme la alfombra de algodón que se ha alquilado para la función. -El cantante de música clásica de la historia tuvo al menos un hombre en el público (incluso aunque ese hombre fuese el que tenía que llevar la alfombra de vuelta a la tienda de muebles). Pero si yo tuviese que preguntaros que no respiraseis durante cinco minutos, no se quedaría aquí ni el encargado de la alfombra. La tarea sería demasiado dura para él y no le habría gustado quedarse atrás. El control sobre la respiración es muy difícil de conseguir. Aquellos que quieren conseguir dicho control deben, antes de nada, aprender a respirar adecuadamente. Respirar correctamente significa: inhalar correctamente, exhalar correctamente y mantenerlo, gradualmente, durante un espacio de tiempo. Es posible controlar la respiración, disciplinarla hasta que regulen su movimiento.

El tercero es disciplinar la fuerza vital. Este es incluso más difícil de conseguir. Uno puede percibir el movimiento de la respiración; es la señal de la vida en sí mismo. Siempre y cuando este movimiento continúe uno sigue con vida. No hay hombre que pueda vivir sin respirar, y el movimiento de la respiración es perceptible. Pero la fuerza de la vida es mucho más sutil; casi imperceptible, hasta tal punto que es difícil de apreciar. Cuando se dice durante la práctica del dhyana preksha: “Coge las vibraciones de la fuerza de la vida, experimenta por ti mismo el flujo de la fuerza vital, de sus latidos”, la gente dice: “Qué es lo que quieren decir con vibraciones y latidos; no sentimos nada de eso. Estamos perdidos en la confusión, simplemente no sabemos dónde estamos.” ¡Por supuesto que no sienten nada! Si están acostumbrados a vivir en un mundo de objetos bastos, ¿cómo iban a sentir el mundo sutil del espíritu? Solo una consciencia refinada puede apreciar lo sutil. Siempre y cuando la consciencia no se haya refinado, no esté purificada, hay muy pocas posibilidades de conocer al espíritu.

Cuando se despierta la capacidad de disciplina de la fuerza vital, es posible aumentar la temperatura de una mano y bajar la de la otra; aumentar la temperatura de la parte derecha del cuerpo y disminuir la temperatura de la parte izquierda, y viceversa. Es posible inmovilizar cualquier parte del cuerpo o hacerla más activa. El desarrollo de cualquier arte, el desarrollo de toda habilidad y el de la tecnología son maravillas (originado por la fuerza vital). Es un milagro de fuerza vital que una simple mirada pueda petrificar a un hombre, encallarle en un sitio o hacerle que se quede dormido, o si ya está dormido, hacerle que vuelva a la consciencia. Todos estos actos de hipnosis son las maravillas de la fuerza vital. Una cadena de hierro se puede romper con un puño. Esto también es una maravilla originada por la fuera vital. Conseguir control sobre la fuerza vital significa tomar control sobre el sistema nervioso automático.

La cuarta disciplina es la disciplina de la lengua, el control sobre el habla. Es muy difícil tener control sobre la lengua. Al observar un día de silencio, cuando se ha decidido no pronunciar ni una palabra, te vienen los recuerdos. ¿Son los recuerdos distintos a la palabra, al lenguaje? Sin lenguaje no puede haber recuerdos . No hay recuerdos más allá de las palabras. Cuando surge un pensamiento, este también es lenguaje. Pensar no va más allá del lenguaje; no se puede pensar sin palabras; por lo que pensar también es lenguaje. Luego está la imaginación. ¿En dónde se origina? No viene de la nada, de eso estamos seguros. La imaginación también nos llega a nosotros a través del lenguaje. Cuando estás en silencio, cuando no hablas, la mente sigue atrapada en la imaginación. Es como otra forma de expresarse, a fin de cuentas. Aparentemente, puede que no estemos hablando, pero internamente uno está hablando constantemente. La ciencia de la lógica reconoce dos formas de hablar, la interna y la externa. Puede que uno no esté hablando externamente pero el monólogo de dentro continúa eternamente. Por ejemplo, cuando estás soñando. ¿Qué es soñar si no es otra forma de hablar? Los sueños también son otra forma de hablar. Se han hecho experimentos científicos y se ha descubierto que cuando un hombre está soñando, su laringe está activa. Si la laringe se inactiva no puede tener memoria, ni imaginación, ni forma de pensar. Toda esta memoria, imaginación y pensamiento solo son posible porque la laringe está activa. Es por eso por lo que cuando se indica a uno que concentre su atención en el vishundhikendra (el centro de la pureza), se le pide que observe la garganta. Según se va iniciando a uno gradualmente en los secretos más profundos de estos centros, uno será capaz de comprender correctamente el significado de lo que se está haciendo aquí. De lo contrario parece ridículo. Se decide que uno ha de observar su laringe, o su lengua. Es normal que uno se pregunte qué es lo que hay ahí para ser observado, ¡nos vemos la lengua todos los días al comer! Pero ahí solo estamos viéndolo en bruto. Así, nada de lo que estamos hablando aquí tiene sentido. Pero según vamos adentrándonos más profundamente, si llegamos al corazón de lo que se ha dicho, veremos lo importante que es observar la garganta. El hombre ha aprendido a practicar kayotsarga de la garganta, a endurecer la laringe, ha aprendido a solucionar un gran número de problemas. Uno se puede preguntar si es necesario abordar los problemas exteriores que nos oprimen antes de centrarnos en los internos. Después de todo no solo estamos lidiando con problemas internos. El problema no es solamente emocional. Los problemas nos abordan por todas partes. Tenemos pobreza, los niveles de ansiedad por ganar un sustento van en aumento, el problema de la comida, el problema de los costes de la educación de los niños, el matrimonio, la dote (muchos problemas reales). Por supuesto que sentándose a hacer dhyana simplemente no va a solucionar los problemas. Aquí se practica el dhyana durante 10 días, luego uno se vuelve a su casa. No hay magia ningún tipo de magia que nos asegure que vuestros hijos estén bien cubiertos, que todos sus gastos de educación se puedan cubrir con facilidad. Me temo que no, no va a ser tan fácil. Tendréis que hacer grandes esfuerzos para resolver los problemas de fundamento. Uno puede preguntar, “¿Entonces el dhyana es tan solo un remedio puntual? Uno se pasa 10 días en la comodidad, practicando el kayotsarga. Uno se siente bien, pero en cuanto uno vuelve a casa nos encontramos abandonados en el mismo horno chisporroteante.” Es una pregunta muy normal. Pero, ¿realmente uno se plantea que practicando el dhyana solamente los campos se vayan a arar por sí solos, la comida se sirva sola, se erradique la pobreza, se celebren las bodas, se paguen los gastos de la educación de los hijos, y que se cosa la ropa sin que levantemos ni el dedo pequeño? ¿Acaso es el dhyana la lámpara mágica que te concede lo que le pidas? Alguna gente piensa en la religión de este modo. Deja al hombre que practique la religión y todo se arreglará por sí solo. La gente que piensa así vive desde luego en un mundo irreal, no podría haber mayor mentira. No se ha de perder de vista los límites. El dhyana no es algo eterno e ilimitado, tiene sus propios límites. Dentro de estos es bastante efectivo. Es bastante capaz, por ejemplo, de limpiar los delirios mentales, las dudas internas, el estrés y la tensión generados por las fuertes emociones y la ansiedad. Pero si esperas que el dhyana te proporcione comida y bebida también, sin hacer ningún esfuerzo por tu parte, te vas a llevar una buena decepción. Aun así, aunque el dhyana no pueda darte pan, ni pueda pagar los gatos que ocasiona un casamiento, ni pueda cubrir los costes de la educación de tus hijos o la factura de un hotel, sí que puede liberarte de la ansiedad y de la tensión mental que se generan durante el curso de tu lucha con estos problemas reales.

Tenemos dos posibilidades distintas: encarar el problema, o preocuparnos por el problema. Ambas son dos cosas distintas. Según mi propio juicio parece que lo más difícil a la hora de solucionar el problema de la pobreza y otros problemas que se presentan en la India radica en la ausencia de un correcto acercamiento mental a estos problemas. La tendencia a preocuparse por algo en lugar de encontrar una solución es mucho mayor. Si podemos diferenciar estas dos formas de verlo, si podemos eliminar las impurezas que hacen que el agua no sea potable, si filtramos el agua se quedaría bastante limpia. Desafortunadamente no parece que poseamos el tipo de mente necesario para encarar y resolver los problemas. Intentamos solucionar un problema, pero mientras lo estamos intentando solucionar, nosotros mismos generamos otro problema.

Uno hace esfuerzo para corregir a un niño malcriado. Se le dice amablemente que no ha de hacer ciertas cosas, pero el niño continúa testarudamente. En un ataque de furia se le golpea dos o tres veces, pero el problema sigue sin resolverse; el niño continúa igual que antes, incluso, las cosas se hacen más complicadas.

Como cuando tienes un problema con un vecino. Se concreta un encuentro para arreglar las cosas. Sin embargo, ambos se recriminan mutuamente, acabando finalmente en otra disputa. Muchos de nuestros problemas diarios se hacen más complicados gracias a nosotros mismos.

Hemos de crear una mente que sea capaz de resolver los problemas y no complicarlos más con preocupaciones innecesarias.

La auto disciplina es necesaria para poder crear dicha mente. La autodisciplina se origina cuando el hombre desarrolla en sí mismo las cinco formas de control: para controlar su cuerpo, su respiración, su fuerza vital, su lengua y su mente. El dhyana es el factor común de estas cinco disciplinas.

Avancemos hacia el desarrollo de la autodisciplina en nosotros mismo.

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