Deseo Y Disciplina

Acharya Tulsi, el anterior líder de la organización religiosa jainista Terapanth Svetambara, y el preceptor del movimiento Anuvrat en la India, promovió desde su propio cargo la necesidad de mantener una perfecta disciplina. Escribió un libro titulado Manonushasanam (La Disciplina de la Mente), el cual tiene un atractivo especial para el hombre moderno cuya mente se ve atrapada en una agitación incesante. De hecho, hoy en día el problema psicológico se ha vuelto extremadamente complejo, nunca visto anteriormente. No quepa duda que la mente y los problemas generados por esta misma han existido desde comienzos de los tiempos, pero en los últimos años los problemas se han vuelto más intensos y complicados. La industrialización y la sobrepoblación han hecho que el hombre se encuentre tan enfermamente ocupado que su intranquilidad y desequilibrio mental se han intensificado. Las noticias viajan velozmente en comparación con épocas anteriores en la que la comunicación a penas se limitaba a la gente cercana de la comunidad. Un pariente que viviese en otro poblado lejos permanecía poco informado de lo que ocurriese a sus familiares. Muchos cambios increíbles han ocurrido desde entonces. Cualquier incidente que ocurra en un sitio remoto de la India hoy en día ya es noticia en todo el mundo. Los medios de comunicación han crecido de manera tan variada y rápida que una noticia se transmite por todo el mundo en cuestión de minutos. Esto también constituye una de las causas principales de los problemas mentales. De hecho, son estos tiempos los que están sembrando una cantidad incontable de problemas psicológicos. De ahí que la frase “disciplinar la mente” haya adquirido hoy en día una gran importancia, arrebatando la atención a cada uno de ellos.

pregunta surge al plantearnos si esta disciplina de la mente ocurre espontáneamente al principio, si uno se puede adentrar en la mente directamente sin preparación alguna, o si ocurre gradualmente, por pasos, necesitando una técnica adecuada para hacerlo adecuadamente.

Shivaji perdía una batalla tras otra. Cada vez que intentaba invadir un sitio, era derrotado. Una vez, disfrazado, se adentró en la casa de una anciana. La señora ofreció a su invitado una sincera bienvenida y le ofreció un plato de khichri, un plato a base de arroz y legumbres cocinado todo junto. Ella le aderezó el plato con bastante ghee, mantequilla india. El khichri estaba caliente, él no había comido en varios días. El aroma a comida caliente agudizó su apetito aún más y en su extrema impaciencia por comenzar a comer metió su mano en medio del plato, con el resultado de que se quemó los dedos. Involuntariamente retiró la mano sin llevarse ni un pedacito a su boca. La anciana le sonrió y le dijo: -¡Hijo! ¡Pareces tan necio como Shivaji! A lo que Shivaji murmuró a sí mismo: - ¿Shivaji un necio? ¿Por qué dice eso, madre?- Preguntó él educadamente. La anciana contestó: -Hijo, ¿no ves lo que Shivaji está haciendo todo el rato? Invade la capital del enemigo donde este concentra a sus hombres y armamento; no me extraña que sus intentos hayan sido siempre fallidos. Si en lugar de ello comienza primero conquistando pequeños poblados en los alrededores, sus recursos y fuerzas se multiplicarán gradualmente, con lo que podrá invadir la capital. Para comerte el khichri has de comenzar por la periferia y no por el centro, donde está demasiado caliente.

De este modo Shivaji recibió una valiosa lección de una anciana analfabeta pero con experiencia.

¿No es el trabajo de disciplinar a la mente como el intentar comer khichri caliente por el centro del plato? ¿Ha conseguido el hombre, alguna vez, vencer a la mente desde fuera? Quien quiera que haya intentado hacerlo, como poco, ha fracasado en conseguirlo, o ha terminado terriblemente confundido en el proceso. El khichri caliente se ha de dejar enfriar un poco antes de comenzar a comer. Uno ha de comenzar de fuera hacia adentro, no al contrario.

El título del libro de Acharya Shri podría haber sido titulado más correctamente Disciplinando el Deseo, refiriéndose a ponerle freno al apetito, a contener el deseo. Sin embargo, el libro se ha titulado La Disciplina de la Mente, lo que significa controlar o superar a la mente, y quizás con razón. Un hecho palpable se comprende rápidamente mientras que lo intangible permanece envuelto en el misterio. Lo que mueve la mente son los cimientos enterrados, “el deseo”, no el edificio que se ve, “la mente”, que reclama reconocimiento en su nomenclatura.

Es un hecho que la mente no descansa, pero el por qué no descansa no es tan obvio.

técnica para controlar la mente ha sido establecida en seis etapas en el Manonushasanam:

1. Control sobre la comida

2. Control sobre el cuerpo

3. Control sobre los sentidos

4. Control sobre la respiración

5. Control sobre el deseo

6. Control sobre la mente

“La mente” es la última etapa; el “control sobre el deseo” la precede. Algo característico del ser humano es que coma, que tenga un cuerpo, que tenga órganos sensoriales, que respire, que hable y que beba. Pero en esta era dominada por las máquinas, todas estas cualidades se tambalean bruscamente. Cada vez con desarrollos más grandes en el campo de la mecanización, las características innatas del ser humano parecen haber sido reajustadas a cero. Los ordenadores con su inteligencia artificial ha afectado la vida moderna en especial. Un ordenador puede hacer sumas y también componer versos. No solo un ordenador diagnostica una enfermedad sino que también receta medicinas, y lo hace como un médico cualificado. Pensar y razonar, que son unas de las principales características del ser humano, se ha superado; el ordenador piensa mejor, toma decisiones más correctas.

Aun así, “desear” continúa siendo una característica indiscutible de los seres vivos. Un ordenador puede hacer muchas cosas, pero no puede desear. Desear es uno de los rasgos más misteriosos e inimitables del ser vivo; es lo que distingue a una criatura viva de la inanimada. La función del cerebro es pensar. El ordenador es también un tipo de cerebro, creado por el ser humano. Pero el ordenador del ser humano, su cerebro, es creación de la naturaleza. Respirar también es un proceso psicológico, aunque uno ha de profundizar para encontrar el origen del deseo. Aquí se encuentra una maravilla de otro mundo distinto, el mundo de la psique, una puerta que forma un cuerpo invisible, y esta da paso al cuerpo físico. Una sutil glándula genera el deseo, la cual, en su momento, es la base de toda la acción.

La mente no descansa debido al deseo. El deseo procede de un mundo profundamente sutil más allá de la mente, y la llena de perturbaciones. Crece sin descanso y comienza a vagar. Queremos alcanzar la mente pero esta nos elude constantemente. El problema es cómo llegar a ella.

Un ventilador eléctrico estaba encendido. Un campesino algo burdo llegó y encontró que el aire que le llegaba no era de su agrado. Él quería que las aspas se pararan, así que puso el palo que llevaba en su mano entre las aspas. Al ver que el ventilador se había parado retiró el palo y lo colocó en el suelo, a su lado. Inmediatamente el ventilador reanudó su marcha. ¡El mismo aire otra vez! El campesino estaba confundido y golpeó el ventilador con el palo varias veces hasta que rompió el palo y el ventilador quedó dañado. El campesino vio al ventilador demasiado reacio a complacer sus deseos.

¿No nos comportamos todos de la misma manera? El ventilador de la mente está encendido. Queremos pararlo pero no sabemos cómo. Ignoramos totalmente la fuerza que hace que el ventilador gire. La corriente eléctrica mueve el ventilador, apretamos el botón y pasa la corriente; se mueve porque llega la corriente. Siempre y cuando fluya la electricidad el ventilador se moverá. Podemos decir “el ventilador es terco, caprichoso, que no quiere parar”; pero ¿acaso se va a parar por decir eso?

Nuestra reacción ante la incesante mente no es distinta de la del burdo campesino. Atacamos a la mente en vano. La haríamos parar a base de fuerza bruta, pero esta no se doblega. El ventilador de la mente solo para cuando inactivamos la fuerza motriz que lo mueve. Esa fuerza motriz es el deseo; y la fuerza del deseo es lo que hace que la mente no descanse. La corriente eléctrica del deseo envía sus ondas y la mente se queda sumida en agitación. Como la corriente eléctrica, el deseo en sí es invisible. Las aspas del ventilador sí que se pueden ver y uno comienza a pelear con ellas, en vano. Uno puede estar intentándolo durante 10, 50 o 100 años; sin que sirva para nada. La lucha cesa solo cuando la función del deseo es totalmente clara. Donde hay deseo, la confusión está inevitablemente presente; la rabia pasional, aberraciones y la volubilidad se establecen en tu mente. No nos podemos deshacer de esta volubilidad, como tampoco se pueden destruir los sentimientos como la ira, la lujuria y el orgullo; la confusión persiste hasta el final a no ser que vayamos a la raíz, la cual es el deseo. Así que, por lo tanto, es extremadamente necesario controlar el deseo.

Un niño que hacía todas las travesuras que quería se encontraba tirando por todas partes la ropa de un hombre, los libros de otro y también los pañuelos de un tercer hombre. Alguien le dijo: -¡Niño! ¿Pero por qué haces eso? -A lo que contestó-: Porque me apetece, ¿quién eres tú para decirme lo que he de hacer?

No podía haber una respuesta más fulminadora.

Un hombre se sentó en medio de la carretera. Un caminante objetó: -¿Por qué estás bloqueando el paso? -A lo que contestó-: ¡Porque me da la real gana! ¿Quién te crees que eres para darme lecciones?

Una mujer reprochaba a su marido: -Estás enfermo. El médico te ha prohibido tomar sal; ¿por qué la tomas? –Y el marido le contestó-: Lo que yo haya de tomar o no es de mi incumbencia. ¡Que os maldigan a ti y al doctor!

¡Porque me da la gana! ¡Porque me apetece! –Unas contestaciones irrefutables a las que cualquier respuesta se vuelve insignificante. Y aun así, el hombre ha visto que el deseo no es algo permanente, sino que está condicionado por el tiempo y el espacio. Uno no puede siempre salirse con la suya en todo momento. Esto lleva a la necesidad de controlar el deseo. El hombre razonó de la siguiente manera: cualquiera que sea el deseo que surja, cualquiera que sea impulso que se origine desde dentro, cualquiera que sea la opción que se ofrezca no podrá ser unilateralmente o universalmente impuesta. Necesita ser controlada, disciplinada. De esto obtenemos una máxima: “¡Purifica el deseo!” Los deseos son generalmente arbitrarios, irregulares. Si permitiésemos que se cumpliese cada deseo que tenemos se originaría un caos; nuestra sociedad se convertiría en una sociedad de aborígenes, dominada por los antojos cambiantes de la gente. En nuestra mente nos surgen todo tipo de deseos. Si cada uno actúa por cada deseo que le surja la vida se volvería imposible.

El deseo de robar a otro. Viene a la mente el apropiarse de los bienes de una persona con lo que se comete el robo, adentrándose a la fuerza en la casa ajena. Si uno le pregunta por qué comete estos actos anti-sociales le contestaría: -Porque es mi voluntad. Me apetecía matar y robar y es lo que he hecho. ¿Quién eres tú para impedir que satisfaga mis deseos?- En una situación de este tipo el organismo de justicia se derrumba, generando un gran desorden. De ahí surge el principio del deseo de purificación. Los deseos han de ser filtrados, purificados y refinados. Solo aquellos deseos que no interfieran con la libertad de otros, que no bloqueen o hieran a otros en modo alguno. Sin este filtro o purificación no sería posible la existencia de sociedad civilizada o cultura.

Incluso deseos sublimes pueden presentar un gran peligro, siendo aceptados por la sociedad bajo su propio riesgo. Por ejemplo, la sociedad reconoce el derecho de las parejas casadas a que consumen su matrimonio. Este es el resultado de la regulación de una necesidad natural de hombre. Sin embargo, la complacencia indiscriminada y excesiva del sexo arrastraría al hombre a un torbellino de lujuria, haciéndolo presa de varias enfermedades irreversibles y aunando sus energías; y de este modo dejándolo incapacitado para tomar acción alguna.

Por lo tanto, la mera purificación del deseo no es suficiente, teniendo uno que ir más allá.

Uno ha de estudiar, como preparación para conocerse a sí mismo, ¿qué duda cabe? Pero si alguien lee continuamente las 24 horas del día se dañaría los ojos y su cerebro quedaría distorsionado.

El deseo ha de ser elevado, refinado, pero además tiene que solicitar ser restringido y disciplinado.

En la sabiduría ayurveda se trabaja una doctrina que consiste en tres términos: la no-concentración, la concentración y la sobre-concentración. Si no hay concentración, nada se transforma. Si uno no se puede concentrar en sus estudios, por mucho que lo intente, seguirá siendo un ignorante. Demasiada concentración también es dañina. Si uno lee día y noche, sus energías se verán pronto agotadas y no será capaz de lograr nada. Tanto la falta de concentración como el exceso anquilosan a cualquiera. Pero concentrarse es algo bueno. Estudiar entre 2 y 4 horas, descansar luego un poco para luego continuar estudiando y descansar de nuevo. Esto es a lo que “disciplinar el deseo” se refiere; al igual que concentración significa tener control sobre esos deseos elevados, su propia regulación.

Una regla importante para el entrenamiento espiritual es que el deseo ha de ser disciplinado. La cuestión que ahora nos ataña es sobre cómo se ha de hacer. Manonushasanam nos describe el proceso detalladamente.

Nuestro cuerpo alberga todos los núcleos del deseo y de las emociones. Toda disposición está contenida ahí dentro, tanto la crueldad como la misericordia. El núcleo del deseo coexiste con el núcleo de la virtud. De igual modo lo hacen el núcleo de la inquietud y de la profunda paz o salvación. Todos estos núcleos están presentes en el cuerpo. Solo uno ha de estudiar el proceso completo para saber qué botón debe presionar para activar un núcleo en concreto.

Desde tiempos inmemoriales el hombre se ha topado con la pregunta “¿quién soy?”. Esta importante pregunta ha sido constantemente planteada por el ser humano. Miles de devotos durante más de mil años se han hecho esta pregunta. Miles de ellos han alcanzado el corazón de su ser para finalmente hallar la respuesta. Maharishi Raman incitaba al gente a hacerse la pregunta repitiendo constantemente “¿quién soy?, ¿quién soy?...”

¿Quién soy?

Hoy me gustaría trabajar en esta pregunta desde un ángulo distinto. ¿Tengo que saber realmente quién soy? ¿No podría apartar completamente la pregunta, por un momento, sobre si soy un alma o Dios? ¿Es posible hacernos esta pregunta, “quién soy”, únicamente en relación a nuestro cuerpo? ¿Soy yo un ichha-purush, una persona dominada por el deseo? ¿Soy yo un prana-purush, una persona poseedora de un deseo dominante? No necesito ir muy lejos para buscar una respuesta; no he de leer ningún libro para encontrarla; no he de hacer nada en absoluto. Simplemente he de observar en qué parte de mi cuerpo me encuentro para saber quién soy, siendo este método tan claro como el agua.

El cuerpo está compuesto de tres partes:

1. del corazón hacia arriba.

2. en el ombligo y el alrededor

3. del ombligo hacia abajo.

El diligente buscador ha de colocar el centro de su consciencia en una de estas tres partes, y preguntarse a sí mismo:

-¿Se encuentra mi consciencia por encima de mi obligo o por debajo?- Donde la consciencia se encuentre la mayor parte del tiempo los núcleos de esa zona estarán más activos. Si la consciencia se mueve por debajo del ombligo, los núcleos más bajos estarán activados. Si la consciencia por el contrario se encuentra más a menudo en la esfera superior del corazón, entonces los núcleos de esa esfera estarán más bajos de energía, dando paso al letargo y al sueño. Solo he de tener claro en dónde me encuentro, ¿en cuál de las tres partes del cuerpo me encuentro más a menudo? Una vez tenga esto claro debiera saber quién soy. Si mi consciencia vaga por la zona del ombligo entonces sería un ichha-purush, una persona poseedora de deseos dominantes, ya que el ombligo es la base del despertar del deseo; todos los antojos se centran ahí. Es la base del apego y de la inquietud, de la lascivia y de la inmoralidad. Aquí surgen los deseos. La consciencia se queda aquí atrapada repetidamente. Por lo tanto, el núcleo es activado. Un deseo sigue a otro. Hay un desbordamiento, una avalancha de deseos y olas de lascivia que crecen sin control, que claramente indica que soy un ichha-purush. Los antojos predominan aquí, innumerables deseos, cada vez más, y más allá del control.

Si la consciencia se centra en el corazón, o en la garganta, o la nariz, o a la altura de las cejas, o si se mueve por el centro de la frente o sobre la cabeza; si permanece en esas zonas indica que soy un prana-purush, una persona poseedora de una vitalidad dominante; o un prajna-purush, una persona poseedora de una sabiduría dominante. Cuando la consciencia se mueve entre el ombligo y la nariz indica una persona prana-purush; y cuando la consciencia se mueve de las cejas hacia arriba pronostica una persona prajna-purush.

Cuando la consciencia es activa en las regiones superiores despertará a los núcleos superiores y los inferiores serán inactivados. Cuando la conciencia es activa en la esfera superior, el núcleo del deseo trabajaría por, sí mismo, de manera disciplinada. Lo realmente importante es localizar los núcleos del control en el cuerpo de cada uno.

Una mujer conducía a mucha velocidad. Un furgón de la policía se le arrimó a su velocidad, y el policía le dijo: -¡Es un delito conducir tan rápido!- a lo que la mujer contestó: -¡Lo sé, pero no puedo controlarlo! ¡Los controles se han ido de las manos! ¡Ni siquiera recuerdo dónde están!- Y continuó velozmente hasta que chocó contra un árbol, siendo este el final de la señora y del coche.

Cuando se pierde el control de las cosas, anuncia una aniquilación inminente. El vehículo de la vida se desliza suavemente siempre y cuando los dispositivos de control y los frenos funcionen correctamente. Cuando los dispositivos de control fallan, uno se encuentra frente al peligro a cada paso.

Hay una infinidad de núcleos de control en el cuerpo, siendo el cerebro el que regula a todos, el que los controla. El sistema nervioso y la médula espinal (sushumna) son los centros de control. El hombre que haya podido experimentar el movimiento de la consciencia en su sushumna (médula espinal), o en su cerebro, como en varias parte de su cuerpo, delante y detrás, derecha e izquierda, en las regiones superiores de su cuerpo, ya está en posesión de muchos secretos muy valiosos. Hay un centro de control en la parte superior del cuerpo, uno en la espalda, otros a cada lado, izquierda y derecha, y uno en el centro. Se puede hacer nuestro cuerpo transparente en estos cinco puntos de unión. Todo nuestro cuerpo constituye un campo magnético, pero se puede hacer aún más magnético en estos cinco puntos; y cuando es totalmente magnético, entonces nace la clarividencia.

Hay cinco clases de clarividencias que corresponden con la parte de delante, la de detrás, la derecha, la izquierda y el centro. Si no se comprende el cuerpo y sus centros de control, no es posible generar el campo magnético al completo, ni tampoco hacer uso de la electricidad que haya generado.

Para ejercitar el control sobre los deseos es necesario comprender cómo funcionan los centros de control. El deseo viene de dentro. Funciona con la energía de la fuerza vital de la vida. Sin esa fuerza motriz el deseo puede surgir desde dentro, pero se inactivaría en el momento, tan pronto como salga. Cualquier cosa que se origine desde dentro, si no consigue algo que lo guíe, sin la cooperación de la gente de su alrededor, se encuentra perdido en la trivialidad, incapaz de conseguir nada. El apoyo de la fuerza vital de la vida es fundamental.

Un escritor escribió a un editor: -Las historias publicadas en su periódico no tienen ni pies ni cabeza. ¡Vaya monstruosidades que publica! Mire, aquí tiene una historia con pies y cabeza. -El editor le contestó por escrito-: Su historia está bien hecha; efectivamente tiene pies y cabeza, pero no tiene vida. Le devuelvo el manuscrito.

Que tenga pies y cabeza no tiene sentido si no tiene vida. Si tiene vida, la cabeza tiene un uso y los pies también; pero los pies y la cabeza de un cadáver no valen para nada. Para que tengan un uso han de estar en conjunción con la fuerza vital de la vida, y es con la energía de la fuerza vital de la vida que el deseo se activa. Por ello debemos concentrar la fuerza vital en los centros de control para despertar los centros de las regiones superiores, mientras hacemos que el deseo central de adormezca con vistas a que se quede inactivo. De esta manera, el deseo puede aparecer, pero en breve se desvanecerá. Puede que vuelva a aparecer pero desaparecerá de nuevo. Esta es la técnica para controlar el deseo. En Manonushasanam, este proceso al completo es descrito en detalle. Podemos estudiar ese libro como primeros pasos hacia el conocimiento de uno mismo. Uno se puede preguntar “¿para qué voy a leer el Manonushasanam? Conocemos bien a su autor, AcharyaTulsi, y tenemos una fe ciega en él. No necesitamos leer su libro.” Y aun así nos podemos estar engañando. Cuando decimos que conocemos bien a una persona en particular, realmente no la conocemos. Quizás podamos conocerle mejor a través de su libro.

Siempre y cuando la consciencia salga hacia afuera, no seremos capaces de conocer o reconocer a nadie, ni a nosotros mismos ni a otros.

Solo cuando la conciencia se dirige hacia adentro, el conocerse a sí mismo se vuelve una clara posibilidad. Cuando nos conocemos a nosotros mismos, es más fácil conocer a otros. Todos nuestros problemas están resueltos. Si no nos conocemos a nosotros mismos, todo el criterio que podamos tener es en vano. Cuando nos conocemos a nosotros mismos, no hemos de encontrar problemas en conocer a otros. Es entonces cuando nuestros razonamientos serán válidos y nuestro conocimiento será certero.

Para conocerse a uno mismo es fundamental mirar hacia adentro. Para mirar hacia adentro es necesario tener control sobre la mente. Para controlar la mente es necesario controlar el deseo. Por ello, el proceso de disciplinar seguiría estos pasos:

• Control del deseo

• Control sobre la mente

Dirigiéndonos hacia el conocimiento de uno mismo.

El control del deseo nos dirige automáticamente al control sobre la comida. Como el deseo se debilita gradualmente, el control sobre la comida se establece más. ¿Por qué el hombre se permite comer más de la cuenta? El deseo de la gratificación personal es la causa principal. No es debido a la necesidad el que el hombre coma más de la cuenta. Hay que dejar a cada uno que encuentre por sí mismo cuánta comida consume por necesidad, y cuanto por placer. Sorprendentemente, es difícil encontrar a una persona de cada 100 que coma solo por necesidad. La mayor parte de la gente come para satisfacer los sentidos. Lo que el hombre come excede lo que el cuerpo demanda.

Con el cambio de la estación el cielo se nubla y sopla el viento frío. Nos viene a la mente el deseo de tomar un halwa caliente (un tipo de dulce). Uno come halwa para entrar en calor y con ello encontrar complacencia. Aquí, simplemente el tiempo hacía que generase el deseo; preguntarnos sobre la utilidad de la comida nadie se la plantea, como el preguntarnos por la necesidad. Otro ejemplo: Uno va al mercado justo después de cenar. Algunas exquisiteces están expuestas a la vista y hacen que se nos haga la boca agua. Uno acaba comprando algo inmediatamente y mientras continúe deambulando por el mercado acaba comiendo dos, tres o cuatro veces. ¿Se debe a la necesidad que uno consuma un alimento tras otro? ¿O es de puro antojo sensual? Rara vez se debe a la necesidad. Si el hombre comiese solo por necesidad se libraría de muchos problemas. Al comer solo cuando debe vivirá más tiempo, evita ciertas enfermedades y vive con gran regocijo.

El proceso de disciplina conlleva su propio orden:

• Control sobre el deseo

• Control sobre la comida

• Control sobre el cuerpo

• Control sobre los sentido

• Control sobre la respiración

• Control sobre la respiración

• Control sobre el habla

• Control sobre la mente

Deberemos seguir este orden según el Manonushasanam

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Como se puede observar, no se trabaja primero el control sobre la mente. Se ha de empezar por la semilla, la semilla del deseo. Más tarde, se considerará la rama, las hojas y las flores.

Solo ya casi al final hemos de considerar el fruto. Dejemos que proceda nuestra indagación en este orden, dejando que nuestra comprensión madure gradualmente.

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