Control Sobre Los Sentidos

Se presentó un joven ante mí.

-¿Quién eres tú? -le dije. Él me contestó-: Soy alguien en busca del espíritu -Yo le dije-: ¿Cómo que tu frente está arrugada de preocupación? -Y él contestó-: Debido a todas las complicaciones que han surgido durante mi búsqueda -Yo le contesté-: La ciencia de la espiritualidad es la forma de resolver todas las complicaciones. ¿Por qué quien va en busca del espíritu ha de caer en la contradicción? ¿Por qué ha de preocuparle pensar en ello? Esto no es normal.

-Pero sin embargo es un hecho –contestó-, me adentré en este ámbito para aclarar mi confusión, pero ahora me encuentro aún más confundido.

Entonces le pregunté: -¿y cómo ha ocurrido?

Él me contestó: -He estudiado la ciencia. Me introduje en el campo de lo espiritual con la esperanza de que mi vida se volvería más interesante y bella. Pero según leía un tomo tras otro me vi a mí mismo inmerso en aburridas particularidades. Encontré estos tomos repletos de exhortaciones monótonas. He leído el Uttaradhyayan, el cual dice: “¡Guárdense de comer comidas ricas!”. He leído a Mahabharata, cuya carga de su canción es la fuerza de un yogui que deriva en sí misma del ascetismo. También he leído a Mahatma Gandhi, quien hace hincapié reiteradamente en renunciar a las comidas ricas. Pensé que Manonushasanam era un libro nuevo, un libro sobre la vida moderna, y esperaba encontrar en él un lado optimista para una vida más feliz; el secreto de una vida vigorosa e intrépida. Por lo tanto, lo leí con detenimiento. Sin embargo, el lastre de este libro no era distinto de los otros. También destacaba la importancia de no dejarse llevar por las tentaciones de los sentidos, además de hacer hincapié en la purificación de los sentidos. “Tras la purificación de la comida uno ha de buscar la purificación de los sentidos”, decía el libro. Así pues, enfatizar la disciplina de los sentidos hace que todos los libros sobre espiritualidad se vuelvan monótonos, y ha sido esta monotonía la que he hecho que me canse de la espiritualidad en sí. He venido aquí a resolver mis problemas, y sin embargo me encuentro atrapado entre nuevos problemas. Quisiera una vida que sea en general libre de problemas; una vida con vigor, entusiasmo y alegría. Para los jóvenes de hoy el ascetismo está anticuado. En la vida moderna de progresos científicos no se acepta el tener que renunciar a cosas. “No mires”; “no oigas”; “no comas”; “no bebas”; “no hables”; “no toques o huelas”; “no hagas esto o aquello”. Esta negatividad ha extraído el jugo de la vida y la ha vuelto insípida; la vida se ha evaporado como la seca vaina de la caña de azúcar. Los dichos de los maestros espirituales me llevado a la plena desesperación. Y tú preguntas: -¿Por qué tienes estas arrugas en la frente? ¿Por qué tienes cara de confundido? ¿Qué más esperas? ¿No se han esclarecido tus dudas más internas? Esta iniciación al mundo espiritual me ha causado mucha angustia. Todas mis expectativas se han visto truncadas; toda mi esperanza más sincera se ha visto enterrada. ¿Qué más he de decir? ¿Tendrías la amabilidad de enseñarme el camino?

Yo le contesté: -Querido señor, ¿por qué se complica tanto? Si le crea tanta angustia, ¿por qué no se olvida completamente del mundo espiritual? Al igual que una serpiente se desprende de su piel, tú también podrías decirle adiós al espiritualismo para siempre.

Él protestó: -Pero ¿cómo puede ser eso? No puedo dejarlo. Ha sido el entendimiento de la banalidad del disfrute de todo lo material lo que me ha empujado al mundo espiritual. Si lo abandono, ¿en qué situación me quedo? No puedo volver a donde procedo; las cosas materiales ya no me complacen a la larga. Por el contrario, son una fuente de una profunda desazón mental. Vine al mundo espiritual en busca de paz conducido por mis propios descontentos; pero no he encontrado paz. Por lo tanto, ambos mundos, el material y el espiritual, me han fallado. ¿Qué he de hacer?

Yo le dije: -¡No lo entiendes! Ni el espiritualismo, ni el Uttaradhyayan, ni Mahabharata, ni el Manonushasanam. No es fácil comprenderlos. Sin experiencia o tradición nada es inteligible. Un participante en uno de los dhyana-shivirs (los campamentos de meditación) me dijo cómo había practicado meditación él solo en los dos últimos años, pero sin conseguir nada. Sin embargo, en diez días con el proceso dhyana en el campamento marcó una gran diferencia: él había comenzado a sentir que algo estaba ocurriendo. Esto prueba que la comprensión no surge de uno mismo; hay un método para conseguirlo. Sin la llave, el candado no se abre.

En un libro de medicina ayurveda leí sobre las diferentes formas de enfriar agua. Una de ellas trataba la técnica de enfriar agua usando un trozo de tela. “Si se cuela el agua con un trapo esta se enfría” decía. Me sorprendió mucho leer esto, y sabía desde un principio que el traductor había cometido un error un tanto extraño. La traducción no era buena porque el traductor no estaba familiarizado con la técnica. Nosotros, los munis (monjes), la conocemos. En los veranos calurosos en los que viajamos bajo un sol abrasador, solo tenemos agua caliente, la cual hemos de enfriar antes de poderla beber; y es posible hacer que esta agua caliente se convierta casi en agua helada. Uno puede colar el agua con un trapo veinte veces (como dice el traductor), pero no se enfriaría. La auténtica técnica es la siguiente:

Coge un recipiente lleno de agua a enfriar. Sumerge un pedazo de tela en él, y dóblalo a la mitad una o dos veces. Cógelo por sus dos esquinas y sumérgelo en el agua. Luego lo sacas y lo sumerges de nuevo, y lo sacas otra vez, y así sucesivamente hasta que el agua se enfríe hasta la temperatura deseada. El agua es extraída por el trozo de tela y enfriada mediante evaporación.

Otro método es dejar el recipiente lleno de agua a enfriar en un nivel más alto. Se mete una tira de tela en el agua, dejando el otro extremo dentro de un recipiente vacío en un nivel más bajo. El agua caerá gota a gota a través de esta tira de tela del recipiente más alto al más bajo que está vacío. La tira de tela estará sujeta a la acción de la evaporación, y el agua que está siendo colada desde el recipiente más alto al más bajo se enfría. Esta es la técnica de enfriamiento de agua a través de una tira de tela.

Independientemente de lo docto que el hablante sea, el peso de comprender lo que dice recae en el que lo recibe, en lo meticuloso que sea el oyente analizando lo que el sabio hablante diga.

Las escrituras del Gita contienen las palabras de Krisna, y nosotros las conocemos; el libro Dhampad alberga la sabiduría de Buda, que también conocemos; al igual que el Uttaradhyayan recopila los discursos de Mahavira, siendo entendido por nosotros. “Por el momento, lo importante no es lo que Krisna, Buda o Mahavira hayan dicho, sino lo profundo que un individuo pueda llegar a comprender las palabras del sabio. Si incluso las palabras de un texto no son completamente inteligibles, ¿cómo puede uno extraer sus significados más ocultos? Como consecuencia se dan muchas interpretaciones erróneas. En el mundo espiritual también se dan este tipo de malentendidos. Las verdades espirituales llegan a ser indudablemente retorcidas, y muchas de las prácticas se basan en estas versiones distorsionadas. Debido a estas distorsiones los textos espirituales parecen poco interesantes y aburridos.

El espiritualismo en sí no permite una vida aburrida. Al contrario, es el espiritualismo en sí lo que resalta el profundo significado de la vida. El espiritualismo es lo único que puede hacer la vida infinitamente fascinante. Todos los placeres materiales son pasajeros. Los disfrutas durante un corto periodo de tiempo y finalmente desaparecen. Por ejemplo, toma comida picante cuando hace calor. Después de ingerirla nos da sed, y el primer vaso de agua sabe divino. Con el segundo vaso, la intensidad de la sed es mucho menor, y el sabor del agua no es tan dulce como el primero. Un tercer vaso de agua acaba con la sed completamente. Más agua a partir del tercer vaso produce nauseas; ahora el agua ya no sabe a nada. ¿Por qué meter en el estómago algo que no sabe a nada? ¡No más, por favor! Del primero al último vaso, el agua va sufriendo una transformación gradual. Según vamos saciando nuestra sed, el agua parece cada vez más insípida, hasta que su utilidad se reduce completamente. Eso es lo que caracteriza a las cosas materiales. Al principio, algo nos produce mucha satisfacción. Sin embargo, al usarlo progresivamente se va volviendo cada vez menos dulce. Esto no solo sucede con el agua y la comida, también ocurre con la ropa y demás cosas materiales. Si nos fijamos en las cualidades específicas de las cosas, veremos que el placer que nos produce algo en particular por primera vez nunca se repite, ya sea un casamiento, una unión con una amistad o cualquier otro tipo de relación. ¡Para poder asegurar una ruptura entre dos amigos, hazles que vivan juntos! Cuanto más cerca vivan el uno del otro más distancia dejará el uno del otro. Cuanto más lejos se encuentren, más duradero será el cariño que sienta el uno por el otro. Incluso el marido y la mujer que viven siempre juntos pierden el cariño por el otro. Los miembros de una familia unida que vivan en un espacio limitado raras veces se quieren los unos a los otros. El amor que sienten unos por otros sufre extraños altibajos. Unas veces puede parecer muy profundo y al momento ha desaparecido. La relación con un amigo, con el amado… Todas requieren que se mantenga una mínima distancia. Si la distancia necesaria se mantiene, el amor perdura; de lo contrario se va perdiendo. Cuanto más cercano esté, más grande será la decepción y la consecuente ruptura. La amistad se enfría. ¿Acaso acumular cosas materiales hace que tu vida sea más feliz? Nunca. Todo tiene un sabor placentero la primera vez. Sin embargo, con el paso del tiempo ese placer se evapora. Según pasa el tiempo, el anquilosamiento de la costumbre hace que disminuya el valor, cualquiera que fuera en un principio.

Hubo una vez un monje cuya fama se expandió a lo ancho y a lo largo hasta llegar a los oídos del rey. El rey lo invitó a su palacio. El monje fue allí y se sentó un una tarima de madera. En el transcurso de su charla con el rey el monje dijo: -Señor, lo más valioso en la vida es el alma. -El rey, que era ateo, se sorprendió al oír esto, a lo que objetó-: ¿Cómo puede ser eso? El alma es algo que no se puede ver, no tiene aspecto o forma; no es tangible; solamente la materia tiene valor. -El monje dijo-: Señor, si el alma no tiene valor ¿consideras que tu propio imperio vale algo? -El rey contestó con una risa despreciativa-: Sí señor, mi imperio es muy valioso; ¿no ves la magnificencia en la que vivo? Mi palacio y mis cámaras de tesoros, ¡lo llenos que están! Todo el mundo desea lo que tengo. Piensan que ser un rey es algo en muy estimable. Difícilmente encontrarás un hombre que no quiera ser rey. Si no hubiese valor, ¿lo desearía alguien?

El monje dijo: -Tu reino entero no vale más de dos vasos de agua. ¿Cómo puedes considerar eso valioso?-

-Noble señor, explíquese.

-Buen señor, imagine que se va de caza al bosque y que se pierde por el camino. Suponga que es de día y que hace mucho calor. Está sediento, ¡terriblemente sediento! Si no consigue agua se muere. La pregunta de vida o muerte es: si en ese momento le ofreciesen un vaso de agua, ¿cómo le compensaría?

-Pues le ofrecería la mitad de mi reino.

-Bien, señor; ahora imagine que, debido al calor extremo, su conducto urinario se ha bloqueado, causándole un dolor intenso e inaguantable, hasta tal extremo que piensa que va a fallecer. Si en ese momento un médico experto le ofreciese suministrarle una medicina que le salvase la vida en un vaso de agua, ¿Qué le daría a cambio?

-Señor, le daría la mitad de mi reino a este salvador. Después de todo, ¿Qué es un reino comparado con la propia vida?

-Ve señor, su reino no vale más que dos vasos de agua. Eso no es mucho, ¿no? La mitad de su reino la cambia para introducir un vaso de agua en su cuerpo; la otra mitad la cambia por dejar que un vaso de agua salga. ¡Todo el reino perdido por dos vasos de agua!

Todo lo material se rige bajo los mismos criterios en lo que a su valor concierne. De hecho, lo material no tiene valor en sí mismo, sino que su valor siempre depende para lo que se necesite.

Cuando el ojo interno de la verdad se abre, nos damos cuenta de lo ingenuos que hemos sido al no reconocer el verdadero valor de las personas espirituales, y por adorar lo impío (en no dar valor al espíritu y en dar mucha importancia a las cosas materiales).

La peregrinación del espíritu comienza con la comprensión de qué es lo que tiene un valor eterno. Esta comprensión de lo que sí que tiene un valor eterno y lo que no llega con el despertar de la sabiduría. Un maestro espiritual es quien sabe lo valiosa que es una persona o cosa en particular. Alguien que no pueda discriminar lo valioso de lo insignificante nunca podrá ser un gurú, e incluso si esa persona se establece como gurú, no sería capaz de continuar como tal por mucho tiempo.

Lo más importante a tener en cuenta es, por lo tanto, la percepción de los buenos valores. La ciencia espiritual despierta la visión correcta, para que el individuo sepa qué importancia ha de darle a cada persona o cosa con la que entable contacto. La doctrina de una alimentación correcta y la purificación de los sentidos es la doctrina de los buenos valores; ¿es la función de la sabiduría despierta saber qué valor adjudicar a cada alimento, o qué importancia darle a cada órgano sensorial? Los maestros de la espiritualidad dan la importancia debida a la alimentación, al igual que a los sentidos. La sublimación de los sentidos no significa secarse los ojos para purificar la vista o reventarse los tímpanos para purificar el oído; ni fustigarse el cuerpo para purificar el sentido del tacto. Solo equivale a dar la importancia debida a cada órgano sensorial, ni más ni menos. El mundo moderno tiene la tendencia a dar demasiada importancia a los sentidos. Esto se ha de cambiar. Cada individuo ha de ver por sí mismo la excesiva importancia que se le da a los sentidos hoy en día, que inevitablemente resulta en sufrimiento.

Se le preguntó a un famoso empresario de la industria americano el secreto de su éxito. Él respondió: -La capacidad de tomar la decisión correcta en el momento correcto me ha llevado a la cima. La base de las correctas decisiones es la experiencia; y la base de la experiencia son los errores cometidos. He tomado muchas decisiones erróneas en mi vida que me causaron mucho sufrimiento, pero ello me brindó experiencia. Esta experiencia me guio al florecimiento de la capacidad de tomar decisiones correctas, lo cual finalmente me condujo al éxito.

Hace tiempo un rey preguntó a Birbal (un sabio famoso de la India) dónde había adquirido tanta sabiduría. Birbal contestó inmediatamente: -De los necios. Observé qué acciones los convertía en necios y las eliminé; así me hice cada vez más sabio. No hay escasez de necios y locos en este mundo.

Un abogado escribió su testamento en su lecho de muerte. Indicó que todas sus propiedades debían ser repartidas entre los locos y los necios, ya que fue de ellos mismos de quienes la había adquirido. Sin sufrimiento, sin cometer errores y necedades ningún hombre se vuelve sagaz. La sociedad que el hombre ha creado también es culpable de haber cometido muchos errores. Ha dado mucha importancia a los sentidos, y sufre las duras consecuencias. Más tarde se dieron cuenta de que por dar tanta importancia a los sentidos se incrementó el peligro. Al darles tal importancia creó el caos y generó muchas dificultades. Así pues, la sociedad descubrió la verdad sobre los sentidos. Consecuentemente, nació la idea de la purificación de los sentidos. No se le ha de dar excesiva importancia a los sentidos, estos han de ser conquistados.

Los maestros espirituales tomaron la decisión adecuada en el momento adecuado, presentando ante la sociedad la idea de purificación y control de los sentidos y control sobre los sentidos. La pregunta surge al plantearse si es posible lograr esa purificación y control de los sentidos, o si realmente estamos intentando lo imposible y, por lo tanto, un sin sentido. Ciertamente no es algo imposible de lograr. Si comprendemos el principio de la purificación de los sentidos, es posible llegar a tener control sobre los sentidos. Nuestro mundo está gobernado por leyes. La materia tiene su propia ley y la ciencia también. Cada ciencia tiene sus leyes. El descubrimiento de las leyes que rigen la naturaleza sutil y la composición de la materia ofrecen nuevas posibilidades incluso fuera del dominio de lo imposible. Sin el conocimiento de esas leyes, incluso las ocurrencias más simples parecen ser imposibles.

Os estoy hablando aquí. Cientos de personas en los asientos de ahí arriba me están escuchando. No puedo verlos, ni ellos a mí; y sin embargo, no hay ningún problema en escucharme. Hace cien años, habría sido imposible, pero ya no lo es, hasta tal punto que hoy en día un hombre puede hablar desde cualquier punto de este ancho mundo y la gente de todo el mundo puede oír lo que dice. El descubrimiento de las leyes ocultas que rigen la ciencia ha hecho posible lo que anteriormente se consideraba como imposible. La ciencia espiritual es el estudio y descubrimiento de las leyes sutiles. No es simplemente la ciencia de la religión, sino también una ciencia que trata con los misterios más sutiles de la naturaleza. De hecho, la ciencia espiritual requiere de un profundo estudio, asimilación y descubrimiento de las leyes sutiles de la naturaleza.

Hemos comenzado con el problema de la insipidez del espiritualismo mostrada por la juventud al principio de este capítulo. Es cierto que cuando uno se adentra en la búsqueda de la espiritualidad disfruta con la ruptura de los placeres sensuales. El mayor esfuerzo recae en la restricción del paladar y en el control general de los sentidos. Uno puede preguntarse por qué. Esto se debe a que una ley muy profunda revela que la mayor tentación, la cual lleva al hombre por el mal camino, es el deseo sexual. El sexo nos conduce por el mal camino. Freud tenía razón al decir que el sexo era un instinto fundamental del hombre. El sexo perturba toda la vida del hombre. Hoy en día, biólogos y psicólogos afirman que cualquier otra tensión es pasajera, pero que la tensión sexual permanece continua. La lujuria constituye el mayor peligro. La ciencia espiritual establece que hasta que no se mitigue la lujuria, el problema de la insatisfacción mental nunca podrá ser resuelto. De cara a apaciguar el deseo sexual, es esencial ejercitar el control sobre el paladar. Algunas personas se sorprenden por ello, preguntándose qué relación tiene el paladar con el sexo. A menos que conozcamos las leyes que dirigen, la relación entre el impulso sexual y el paladar no las veremos claras. Una vez que se conoce las leyes ocultas, la relación se vuelve evidente.

Un verso del Uttaradhyayan dice:

¡Cuidado al tomar comidas jugosas con demasiados azúcares! El exceso de azúcar produce excitación. La excitación hace que aumente el deseo sexual. La lujuria invade a la persona libidinosa de igual modo que los pájaros descienden a los árboles repletos de fruta.

Esto no lo dice una persona ignorante, lo dice una persona que conoce las leyes sutiles que rigen la estrecha relación entre el paladar y el órgano sexual. Esta relación está más elaborada en el Tantra-shastra, en donde se muestra un análisis de los cinco elementos –tierra, agua, fuego, aire y espacio. Correspondiendo a estos cinco elementos hay cinco sentidos y cinco órganos de acción según se muestra:

Elementos Órganos sensoriales Órganos de acción

Tierra Nariz Consciencia

Agua Lengua Genitales

Fuego Ojo Pie

Aire Piel Mano

Espacio Oreja Lengua

El elemento agua incluye todos los sabores. El órgano sensorial que le corresponde es la lengua, y el órgano de acción los genitales. Así pues, los genitales y la lengua están conectados con el elemento agua en una relación muy estrecha. Cuando la lengua recibe demasiados azúcares resulta en un incremento de deseo sexual. El elemento agua los hace más fuertes, les da poder.

El elemento fuego tiene el ojo como órgano sensorial, y como órgano de acción tiene el pie. El primer signo de enfado es la rojez de los ojos. El aumento del elemento fuego ocasiona furia, volviéndose los ojos rojos y frunciendo el ceño de manera retorcida. Sin la rojez de los ojos no puede haber enfado; la rojez incluso explota hacia afuera.

Hay una historia del Ramayana en este contexto.

Rama le preguntó a Sita que de qué color eran las flores del jardín donde residía en Lanka. Sita contestó: -Blancas -La misma pregunta fue formulada a Hanuman, quien contestó: -Rojas -Ambos las habían visto con sus propios ojos, y aun así dieron contestaciones contradictorias. Rama solucionó la controversia diciendo: -Ambos tenéis razón

¿Cómo es posible? Sita, en su lecho de muerte estaba en un estado de ánimo muy pacífico, toda ella emanaba tranquilidad. No sentía violencia contra nadie; sus ojos estaban llenos de amor y de paz. Por ello, todas las flores le parecían ser blancas. Cuando Hanuman fue a Lanka y vio ese pequeño jardín, su enfado había traspasado todos los límites. Le hervía la sangre de lo furioso que estaba. Sus ojos estaban inyectados en sangre de indignación. De ahí que todo le pareciese ser rojo.

De hecho, sin practicar algún control sobre el deseo de las satisfacciones materiales, el apetito sexual no puede ser contenido. Los azúcares y el deseo están interrelacionados. Ambos están conectados a través del elemento agua. La satisfacción del paladar, a todos los efectos, significa la exaltación del deseo carnal. Un hombre al que se le otorguen los placeres del paladar de una manera libre y descontrolada, nunca podrá ejercer control sobre el deseo sexual. Está condenado a la lujuria. Eso es lo normal, salvo excepciones. Los maestros espirituales descubrieron estas leyes sutiles. Aquí solo hemos mencionado un ejemplo de esas leyes. Si nos familiarizamos con todas ellas, nos daríamos cuentas de que estas leyes sutiles que nos muestran los maestros espirituales no son meras apreciaciones personales sino que se basan en hechos científicos sólidos.

En Manonushasanam se trata sobre la purificación de los sentidos después de la “Correcta Alimentación”.

Se describen dos formas de purificación de los sentidos:

1. Darse cuenta de la proclividad de cada uno.

2. El desapego

Estos dos métodos están basados en dos grandes leyes. Los cinco órganos sensoriales tienen sus respectivos objetos. El del ojo es la vista, el del oído es el sonido, el de la nariz es el olor, el de la lengua es el gusto y el de la piel es el tacto. Estos son los cinco órganos sensoriales con sus objetos. Cada órgano sensorial ha de tener una correcta relación con su objeto. A la vez, el hombre espiritual también forma parte de estos objetos; él ve, oye, huele, saborea y toca. Pero sin embargo está bien familiarizado con el secreto entre los sentidos y los objetos.

La pregunta que surge es ¿cuál es esa ley que los relaciona? Ver y conocer es el objeto de la consciencia, siendo esa su naturaleza (simplemente ver y conocer). Esa es la característica fundamental de la consciencia. El hombre espiritual se regirá estrictamente acorde con esta ley; verá y conocerá sin asignar alabanza o reproche, sin que le guste o le disguste. La aprobación y reprobación son como dos sumideros podridos que se mezclan con la corriente de la consciencia. La corriente pura de la consciencia se contamina al mezclarse con la corriente de las pasiones. A partir de ahí, el objeto de los sentidos permanece meramente un objeto sin más, se pervierte. Con la perversión de los objetos, la forma pierde su pureza y se convierte en deseable o indeseable. Luego el gusto deja de ser puro y se vuelve en delicioso o insípido. Toda nuestra visión, en lugar de permanecer como una toma de consciencia de pura vista y conocimiento, se ensucia con apreciación o rechazo. La relación que surge de este enfoque es una de amor/odio. El hombre observa los objetos como deseables o indeseables. La aprobación y la reprobación van juntas: donde hay alabanza hay reproche; el amor no puede subsistir por sí mismo, no sin el odio. Los dos van juntos, son inseparables. Uno no puede existir sin el otro. Rara vez encontrarás a alguien que solo ame u odie; aquel que ama también odia, aquel que odia también ama.

Una correcta relación con los objetos significa que un individuo sabe lo que se supone que se ha de saber, sin aprobación ni reprobación. Este es el primer paso hacia la purificación de los sentidos; ayuda a mantener el flujo de consciencia puro.

La liberación de la apreciación o del rechazo se consigue a través de un cambio de actitud. Esto no quiere decir que uno se vuelva apático o indiferente. Al contrario de lo que parece, solo el individuo que haya descubierto la gran felicidad en sí mismo, sus intereses y las cosas que le rodean se ven transformados.

Aquel que experimenta la Meditación Preksha experimenta una felicidad hasta ahora desconocida. Cuando uno está concentrado en la percepción de la respiración, del cuerpo o de las vibraciones, sus preocupaciones por asuntos exteriores se desvanecen. Su percepción del tiempo y su sentido de la orientación se ven alterados. Al meditar durante una hora siente como si apenas hubieran pasado diez minutos. Todo esto es debido a que toda la perspectiva de uno ha cambiado. Con el despertar de la conciencia, todo el mundo se ve transformado. La práctica de la ciencia espiritual no es una tarea monótona, es más bien un proceso de liberación de una gran cantidad de energía en uno mismo. Aquel que no haya experimentado las vibraciones de la fuerza de la vida dentro de él sucumbirá a la atracción de la mayoría de los fenómenos externos, sin apreciar las sutilezas de lo que ocurre en el interior. El día que experimenta las vibraciones del mar interior, su propia concepción de la vida sufrirá una transformación, y una gran fuente de felicidad explotará dentro de él.

Se han indicado dos métodos de purificación de los sentidos:

1. la correcta relación con los objetos de los sentidos;

2. la transformación de los intereses de uno, es decir, la transformación de lo que cada uno concibe como felicidad y la realización de la misma.

El hombre que lo consiga, la purificación de los sentidos se producirá por sí misma; él no necesitará ningún empujón externo. De hecho, se convertirá en el único gran acontecimiento inevitable de su vida.

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